lunes, 11 de octubre de 2010

Psicoanálisis y educación sexual integral

El psicoanálisis es una teoría que es, para muchos, lógica. Su estructura nos remite a cosas que podemos entender y, simplificación mediante, todos podemos hacer referencia a sus explicaciones y contenidos. De más está decir que cuando se toma a la teoría como una verdad irrefutable la discusión sobre la validez de los postulados se enciende y la división entres los partidarios y los acérrimos detractores crea un disenso guerrero.
Como teoría es una herramienta que puede ser válido en la medida que permite reflexiones y construcciones para el trabajo. Hasta aquí vamos bien. El problema que veo, en no pocas presentaciones sobre psicoanálisis y educación sexual, es que utilizan una pasmosa simplificación del aparato teórico del psicoanálisis para tejer la relación con la educación sexual. De ese modo, reducen todo a un sistema cuasi elemental, superfluo y que parece un cuento para adolescentes. He aquí donde la división no es entre detractores y defensores, sino entre quienes son críticos o defensores fundados de la teoría y los que no saben del tema y/o no pretenden bucear sobre las posibilidades de encontrar algo que sea útil y persisten con flotar en la superficie de esa “verdad revelada”. De este grupo hay que cuidarse y, dado el status fundamental que adquiere la educación sexual integral con su ley en Argentina (ley 26.150), confrontar a estas personas que utilizan una versión cuasi-ficcional de la teoría freudiana para colarse en el universo de la educación sexual.
Más allá de las concretas críticas al cientificismo de la teoría freudiana, es innegable que el aparato teórico construido por Freud -complejizado por Lacan- ha sido una fuente inagotable de recursos para distintos pensadores de diversas disciplinas. Así la antropología, la filosofía, la lingüística, la psicología, la psicoterapia, la medicina, los estudios feministas, los estudios de género, la pedagogía, entre otras, han usufructuado, sufrido y reaccionado ante esta teoría.
La ley de educación sexual integral incorpora, finalmente, la sexualidad al ámbito de la educación –donde siempre se ha dado, a pesar de los educadores se puede decir- eso implica una renovación de carácter pedagógico. Conlleva un desafío enorme pues exige que seamos cautos pero no temerosos; preparados pero activos; preocupados y ocupados por la temática; consientes y creativos.
Toda teoría puede ser útil para la construcción de este nuevo desafío. Sin embargo, asumamos que la educación sexual integral se hará en el proceso interactivo. Efectivamente, allí donde el observador expectante, el analista que no se compromete con la temática no participa. Es en la realidad del encuentro donde debemos participar.




jueves, 2 de septiembre de 2010

La salud sexual

El 4 de septiembre se celebra en el mundo el Día de la Salud Sexual; este día nos sirve para pensar la importancia de nuestra salud integral, y fomentar que la misma sea realmente un espacio de bienestar integral.

La noción de salud que se maneja habitualmente se remonta a 1949, cuando la Organización Mundial de la Salud reconocía la condición integral del ser humano. En este contexto, la salud era definida como el perfecto estado de bienestar físico, psíquico y social y no sólo como la ausencia de enfermedad. Esta noción sentaba, en efecto, la base de una idea de salud integral. Más allá de los cuestionamientos que se han efectuado, esta definición se mantiene aún hoy.
En 1975, la OMS realiza un encuentro para discutir temas relacionados con la sexualidad; de esa reunión surge un concepto de salud sexual que ha ido modificándose con el paso del tiempo. La última definición de salud sexual –que data del 2002– dice que ésta consiste en: “un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad; no es meramente la ausencia de enfermedad, disfunción o debilidad. La salud sexual requiere un acercamiento positivo y respetuoso hacia la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coerción, discriminación y violencia. Para que la salud sexual se logre y se mantenga los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y cumplidos”.
Desde luego: la idea de lo integral en la condición humana vuelve a aparecer como una consideración insoslayable cada vez que se reflexiona sobre el ser humano y sus necesidades. Sin embargo, por diferentes razones –ideológicas, circunstanciales, políticas, conflictos institucionales, etc.– las ideas de salud y de salud sexual tienden a desdibujarse.
La década del noventa parecía –al menos en más de un sentido– el momento preciso para desarrollar esta idea de salud sexual; en esa década –por ejemplo– la humanidad se encontró apremiada por temas como el VIH, el aumento de las denuncias de violencia, el crecimiento de la actividad sexual, el incremento de tasas de embarazos no deseados, de abortos mal practicados y de la aceptación –con diverso grado– de la diversidad.
A pesar de todo, hubo que esperar hasta el siglo XXI para que la noción de salud sexual apareciera verdaderamente en escena; hay que reconocerlo: asociada a la idea de salud reproductiva, pero también –es significativo explicitarlo– a cierta idea de derechos sexuales y reconocimiento de la diversidad. De ahí, pues, que la World Association of Sexology impulse la celebración del primer “Día de la Salud Sexual” el próximo 4 de septiembre.
Argentina, por su parte, ha generado marcos legales de referencia que hacen que la salud sexual sea hoy una realidad para todos y todas. Leyes como las de educación sexual integral; de protección integral de la infancia y la adolescencia; de lucha contra todo tipo de violencia; y la reciente ley de matrimonio homosexual –entre otras– configuran un interesante marco para la acción de los múltiples agentes sociales.
Sabemos que falta mucho por hacer; lo importante es que estamos en el camino y que sepamos que éste no será sencillo. Recordemos, finalmente, las palabras de Geneviève Fraise: “El sexo es una palabra que marca a los seres mientras que la sexualidad, por su parte, cuenta una historia”.

sábado, 28 de agosto de 2010

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En prensa se encuentra, también, esta publicación sobre la Educación Sexual Integral. La misma estará disponible a fin del mes de septiembre.

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miércoles, 21 de julio de 2010

¡Respuesta sexual humana! Bien, pero, ¿Cuál sería la pregunta?



En sexología se habla de respuesta sexual humana como el mecanismo anatómico- fisiológico que se desencadena en una actividad sexual. Así, se describe el acto sexual siguiendo diferentes modelos -en dos fases (modelo de Hellis) en tres fases (Kaplan) en cuatro (Masters & Jonson) en más fases (Basson)-. En ellos se procura mostrar que la actividad sexual sigue un conjunto de fenómenos que se pueden describir, medir, influenciar, diagnosticar y tratar.
Aún reconociendo que son modelos didácticos se los utiliza para procurar ordenar una forma de pensar la clínica, de orientar la pedagogía y de fortalecer los discursos. Porque, por más que no lo queramos decir siempre, un modelo no es aséptico de ideologías en su forma de ser formulado. Siempre está limitado por conocimientos disponibles, por lecturas ideológicas y por intereses varios. Los modelos de respuesta sexual están surcados por esos elementos que se pueden resumir en los tres ejes que delimitan la realidad humana: lo temporal (el momento histórico), lo espacial (el lugar geográfico) y lo vivencial (las experiencias vividas por las personas).
Pero, simplificando a nivel de niño podríamos decir que si tenemos una “respuesta” es porque hay una pregunta a ser respondida. ¿Cuál sería la pregunta que se asocia a esta respuesta?
Tal vez sólo sea de interés clínico la pregunta, pero me parece que puede ser la siguiente: ¿Cómo hace un profesional de la salud para comprender, explicar, medir, patologizar y resolver un fenómeno tan variable, integral e influenciable por tantos factores como es una relación sexual? Pues, simplificando hombre, que en definitiva es lo que hace un modelo. Así, la respuesta sexual encuentra su razón de ser.
La respuesta sexual humana es una visión simplificada que procura explicar un funcionamiento común (es decir que se da en la mayoría de los casos) de una actividad sexual. Como todo modelo, decíamos, sólo es posible mediante la vía de la reducción extrema (sin dudas que luego sobre el modelo plano se pueden agregar elementos para complejizar la explicación inicial, pero eso no es la base del modelo). Sin dudas que el modelo de Basson intenta mostrar la complejidad.
La respuesta sexual en los seres humanos no busca responder la pregunta de los individuos sobre su estado de normalidad (en tanto que conjunto de normas satisfactorias para obtener el placer, el bienestar y la sensación de goce) sino sólo pretende establecer parámetros para poder traducir el fenómeno humano más complejo que existe (la interrelación con el otro en un abanico potencialmente integrador y total) en un mecanismo de intervención clínica, pedagógica y social.
Todavía no hicimos el salto epistemológico para poder adaptar un modelo que realmente represente la integridad del ser humano en una relación sexual. Recordar esto es importante para no caer en la falsa idea que nuestra visión de la relación sexual está acabada. Algo que debemos recordar a los pacientes y, quizás, a muchos de nuestros colegas.
21 de julio de 2010

miércoles, 12 de mayo de 2010

Alguna cuestión sobre el inconsciente

Hay cosas que responden a la fórmula agustiniana de sé que es pero si me lo preguntan ya no lo sé. Efectivamente tenemos conciencia de muchas cosas mientras no debamos explicarlas. Cosas que nos atraviesan en lo cotidiano y que vamos encontrando, en el mejor de los casos, pruebas por allí y por aquí. Pruebas personales o de otros. Así, ciertas palabras sólo conocemos su definición generalmente por arranques poéticos que por un consistente trabajo de definición teórica. Sin embargo, aún cuando se puede negar eso, seguimos creyendo que existen como tal.
El inconsciente es, sin duda, una de esas palabras. Le demos vuelta por donde se lo de vuelta (inclusive los estudios neurobiológicos complejos) la existencia de esa instancia es, casi una perogrullada para todos. De cierto modo sabemos que es inaprensible en si mismo pero no negamos, en muchos casos, sus efectos concretos sobre la realidad que nos circunda. Existe una masa de datos que se alberga en su interior y que tiene efectos concretos sobre nuestra realidad. Que el pasaje a través de esa membrana es un resultado de una compleja combinación de elementos que están afectados por un factor individual que los hace de difícil aprehensión general. Que, además, aún cuando podemos ver los efectos en muchos casos se mantiene oculto parte de sus efectores por nuestras carencias de métodos de estudio, por la no necesidad del estudio como un elemento que pueda generalizarse para realizar un sistema de comprensión apropiado o, simplemente porque los factores que definen la membrana de paso son tan variados, circunstanciales y poco controlados pues tiene que ver con el cotidiano de niños y niñas.
El psicoanálisis desde su creación creó una suerte de apropiación del inconsciente. Así el proceso de intervención creado por Freud se mostró y fue aceptado como el mecanismo que podía dar cuenta de esa entidad inabarcable que teníamos como seres humanos. A pesar del hecho innegable que Freud no inventó el inconsciente sino que lo puso en relieve e ideó un modelo de intervención sobre el mismo, definiendo hipótesis y alternativas explicativas para el mismo. Pero la verdad, aunque evidente y notable, no siempre es tenida en cuenta: el inconsciente existía desde que el ser humano es humano y eso nos remonta a milenios antes de Freud.
Como suele pasar cuando se asocia a alguien a un concepto los seres humanos se enfrentan a un dilema: ¿apoyar la existencia del inconsciente es apoyar a Freud y lo contrario es también una verdad ineludible? Aunque todos y todas puedan responder taxativamente que no es así, lo cierto que ese mecanismo nos tiene prisioneros, podríamos decir.
El psicoanálisis ha pasado a formar parte de las grandes realidades aceptadas por un grupo de personas. Aceptación que se enfrenta, permanentemente, a grandes detractores. Desde siempre el método freudiano fue cuestionado, menospreciado, negado, atacado y demostrado como charlatanería por ciertos autores. Citemos, a modo de ejemplo, las recientes publicaciones contra el psicoanálisis: Le Livre noir de la psychanalyse, bajo la dirección de Catherine Meyer (2005) o el más reciente de Michel Onfray " crépuscule d'une idole. L'affabulation freudienne (2010).
Sin embargo, aún cuando los textos exhiben pruebas que ellos consideran contundentes las mismas no se refutan, ni se aceptan por el otro grupo, quienes sostienen que el psicoanálisis es categórico en su eficacia, en su método, en su sistema de análisis de esa parte de difícil acceso por otro mecanismo: el inconsciente.
Dos grupos que se mantienen como inexpugnables: quienes están a favor y los que están en contra. En los primeros, algunos pretenden que el mundo entre en razón con respecto al psicoanálisis y que deje de considerarlo algo que tiene una nula seriedad (Ver Mario Bunge, por ejemplo). El otro grupo que lo integran dos subgrupos: el primero que se mantiene en sus treces y sostiene el psicoanálisis como un corpus serio, eficaz y que aún no agotó sus secretos para seguir estudiándolo y, otro grupo , que a partir del psicoanálisis ha encontrado filones de pensamiento y/o de intervenciones terapéuticos que han permitido llegar a nuevas formas de trabajo y de construcción de un saber y, sobre todo, un savoir-faire.
Lo cierto que hoy es importante aceptar de una vez dos verdades ciertas que, tal vez, permitan avizorar un nuevo horizonte: 1] el inconsciente existe como algo indefinido pero que lo vivimos los humanos como una experiencia vital, a veces, positiva y a veces negativa 2] ningún método aparece como eficaz para su estudio y análisis porque no hemos dedicado tiempo y recursos para ello de manera que pueda sociabilizarse cualquier método de manera universal. Frente a ello, como la religión, se seguirá a favor y en contra pero sin resolver mucho más que verdades no aceptadas por el otro grupo.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Convivir con alguien

Salvo las situaciones donde hay crímenes –violencia, pedofilia, violación- lo que uno haga sexualmente en su casa –la alcoba ya queda chica para muchas experiencias sexuales- es una decisión personal (o debería serlo). Si existe una buena educación sexual integral esa decisión estará basada –en muchos casos- en lo que la Organización Mundial de la Salud define como comportamiento sexual responsable. Este es “aquel que comprende la autonomia, la reciprocidad, la honestidad, el respeto, el consentimiento, la protección y la búsqueda del placer y del bienestar”.
O sea, que con la salvedad inicial, cada uno debería decidir con quién convivir y qué hacer con esa persona sexualmente (en el resto también, valga la aclaración redundante). Hasta allí vamos bien. Ahora bien, el estado debe, a su vez, ofrecer a sus ciudadanos las mejores condiciones para desarrollarse: esto implica, sin más, garantizar sus derechos al mismo tiempo que ampliarlos permanentemente (la discusión obvia sobre los deberes que a cada uno le corresponden es para otro artículo). Un ejemplo, hasta 1949 la sociedad mantenía el error terrible de impedir que la mujer vote. El estado amplió ese derecho lógico porque era incoherente que esa discriminación se mantenga con un estado que promueva algún tipo de igualdad. Lo que privó para eso es la convicción que no podía existir ninguna interpretación que limite algo que era evidente: los ciudadanos eran iguales y por lo tanto necesitaban tener iguales derechos.
Dos personas deciden convivir juntos porque creen que eso les facilita la vida. Facilitar la vida es algo que no debe ser tomado tan a la ligera. Significa, entre otras cosas, mejoras personales, íntimas, individuales, sociales, económicas, etc. Esto significa que deciden convivir porque están convencidos que ese proyecto les permitirá ser más felices – no siempre aciertan las personas en eso, pero está claro que es el sentido más perseguido a priori. Cada uno decide si esa convivencia será con papeles, con ritos, con lo que fuera. Esta decisión conlleva, obviamente, mayores o menores derechos y obligaciones, tocará más o menos mis convicciones o creencias; simplificará o complicará diferentes cuestiones. Cada cual a decidir. Pero sólo se decide si hay opciones. Eso es claro. El estado debe velar por que las opciones de todos y todas no estén restringidas por las convicciones de unos pocos o pocas (o aún de muchos y de muchas).
Si alguna ley del estado no permite eso de manera amplia, comprendamos de una vez, es necesario cambiarla. No veo en esto mucho margen para aceptar algo que restringa la opción de elegir de los y las ciudadanas en este sentido.

Lunes, 03 de mayo de 2010

jueves, 4 de marzo de 2010

Día Internacional de la mujer y Educación Sexual Integral

El ser humano es sexuado. El ser humano es y está sexualizado. Esta realidad incontestable aún necesita una aclaración elemental: hablar de sexualidad es mucho –muchísimo- más que hablar de genitalidad. Involucra hablar de derechos, de sociedad, de equidad, de no-discriminación, de no-violencia, de oportunidades, de sentimientos, de deseos, de represiones, de integración, por ejemplo. Comprenderlo de una vez significaría que hacemos un avance significativo para el desafío que se nos presenta por la Ley de Educación Sexual Integral.
El día de la mujer es una fecha que va tomando su verdadero sentido: no es celebrar virtudes de una de las partes de la humanidad. No es una fecha de regalos, es decir, no es –¿no debería ser?- una fecha comercial –por más que se haga eso-. El día Internacional de la mujer es una fecha de reivindicación de lo que tendría que ser el fundamento de las sociedades: tenemos derechos por estar en este mundo y es necesario un esfuerzo sistemático, concreto, pertinaz y efectivo para que ellos se cumplan siempre.
Todas (y no pocos) suelen decir que para que las cosas mejoren desde el punto de vista de funcionamiento social es necesario impulsar la educación. Esta es la llave maestra que abre las puertas donde están guardados la semilla del desarrollo social pleno y de la equidad como bien substancial. Pocos dudan que sea la educación esa piedra angular donde se puede construir una sociedad más justa, más proclive a generar felicidad en sus miembros –que exige inclusión, integración y participación-.
Si aceptamos las premisas que hemos puesto en los párrafos anteriores, quizás me acompañen en esta conclusión: El 8 de marzo, día Internacional de la Mujer es un buen momento para reforzar la idea de que la Educación Sexual Integral es el modo concreto, seguro y potencialmente más eficaz para llegar a ese objetivo primordial: obtener una sociedad que haga del bien común una realidad para todos y todas y no un lujo para unos pocos.

jueves, 04 de marzo de 2010