El ser humano es sexuado. El ser humano es y está sexualizado. Esta realidad incontestable aún necesita una aclaración elemental: hablar de sexualidad es mucho –muchísimo- más que hablar de genitalidad. Involucra hablar de derechos, de sociedad, de equidad, de no-discriminación, de no-violencia, de oportunidades, de sentimientos, de deseos, de represiones, de integración, por ejemplo. Comprenderlo de una vez significaría que hacemos un avance significativo para el desafío que se nos presenta por la Ley de Educación Sexual Integral.
El día de la mujer es una fecha que va tomando su verdadero sentido: no es celebrar virtudes de una de las partes de la humanidad. No es una fecha de regalos, es decir, no es –¿no debería ser?- una fecha comercial –por más que se haga eso-. El día Internacional de la mujer es una fecha de reivindicación de lo que tendría que ser el fundamento de las sociedades: tenemos derechos por estar en este mundo y es necesario un esfuerzo sistemático, concreto, pertinaz y efectivo para que ellos se cumplan siempre.
Todas (y no pocos) suelen decir que para que las cosas mejoren desde el punto de vista de funcionamiento social es necesario impulsar la educación. Esta es la llave maestra que abre las puertas donde están guardados la semilla del desarrollo social pleno y de la equidad como bien substancial. Pocos dudan que sea la educación esa piedra angular donde se puede construir una sociedad más justa, más proclive a generar felicidad en sus miembros –que exige inclusión, integración y participación-.
Si aceptamos las premisas que hemos puesto en los párrafos anteriores, quizás me acompañen en esta conclusión: El 8 de marzo, día Internacional de la Mujer es un buen momento para reforzar la idea de que la Educación Sexual Integral es el modo concreto, seguro y potencialmente más eficaz para llegar a ese objetivo primordial: obtener una sociedad que haga del bien común una realidad para todos y todas y no un lujo para unos pocos.
jueves, 04 de marzo de 2010
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