En la actualidad dos tendencias se sobreponen en lo cotidiano: la primera en hacer una apología de la diversidad como norma y lo segundo, opuesto a ello, es procurar que todo sea dicotómico, un polo positivo y uno negativo y se acabó. Así, parece ser, socialmente sólo importa no representar, ni ser marcado como el polo negativo de la historia. Todo está permitido, resume la primera tendencia y lo segundo se resume con la sentencia, tipo judicial: “sos…..
La pornografía siempre estuvo signada por lo negativo y aceptada como inevitable. En los últimos tiempos se vio unida como pareja dicotómica con el erotismo. Así lo erótico es necesario y deseado y lo pornográfico sigue teniendo un tinte particularmente negativo. Con esta distinción lo que importa es que cada cosa se quede en su lugar. Sin embargo sabemos que la delgada línea que separa estos campos no es ni línea, ni clara, ni fija. Entonces las cosas pasan a ser eróticas, según indica, si alguna autoridad (sea científica, pseudo científica y, no nos engañemos, sobre todo mediática) establece que quien no considera erótico alguna cosa es un reprimido (un nuevo polo dicotómico suprime al primero). El miedo a ser sancionado con este polo altamente negativo hace que procuremos el silencio frente a ciertas situaciones.
El baile del caño presentado en la televisión, como un anzuelo eficaz para el rating, vuelve a levantar dos cuestiones esenciales en el terreno de la sexualidad y, curiosamente, ninguna de ellas tiene que ver con lo erótico, ni con la pornografía, sino con la sexualidad y la responsabilidad sanitaria y educativa que tiene la sociedad frente a ello.
a- No podemos evitar que el contenido de imágenes (sean ellas eróticas o pornográficas) aparezcan en la TV. Pero si podemos ofrecer espacios de respuestas para las preguntas que ellas producen; he aquí el ámbito de la educación sexual, la verdadera, la que permite crear espacios donde la sexualidad pueda ser hablada y que favorece la construcción de aptitudes para que todos y todas puedan disfrutar su inevitable experiencia sexual. De la sexualidad ninguno se salva, podríamos decir y loado sea quien fuera por ello.
b- En el único video que pude ver sobre el baile del caño (por Internet), la protagonista fue Nina Peloso y su pareja. En la coreografía ella simulaba escenas de violencia con su pareja: cachetadas y patadas eran utilizadas. La violencia nunca tiene que ser aceptada en relación a la sexualidad (los juegos lúdicos con SM son otra historia). Este si es un tema central que merece una discusión más profunda y seria.
No confundamos las cosas para favorecer la confusión: cada uno tiene que ser capaz de decidir si alguna cosa es erótica, decidir si quiere consumir pornografía y también decidir si su llamado buen gusto le permite o no asistir a ciertas emisiones. Pero la libertad llega hasta allí, porque la sociedad debe ser más exigente para responder por una sexualidad plena en sus miembros: es decir aquella que nace de una educación sexual que pregone la búsqueda del placer, la armonía saludable, la erradicación de todo tipo de violencia. En definitiva la sociedad debe estimular, a través de una educación sexual comprometida, una sexualidad plena en sus miembros. Allí cabe la pregunta clave, que obviamente no es si el baile del caño está bien o mal, es aceptable o no, sino:
¿Estamos haciendo una educación sexual seria o continuamos dejando la educación sexual en manos de los que muestran los medios por cuestiones relacionadas con el rating?
La pornografía siempre estuvo signada por lo negativo y aceptada como inevitable. En los últimos tiempos se vio unida como pareja dicotómica con el erotismo. Así lo erótico es necesario y deseado y lo pornográfico sigue teniendo un tinte particularmente negativo. Con esta distinción lo que importa es que cada cosa se quede en su lugar. Sin embargo sabemos que la delgada línea que separa estos campos no es ni línea, ni clara, ni fija. Entonces las cosas pasan a ser eróticas, según indica, si alguna autoridad (sea científica, pseudo científica y, no nos engañemos, sobre todo mediática) establece que quien no considera erótico alguna cosa es un reprimido (un nuevo polo dicotómico suprime al primero). El miedo a ser sancionado con este polo altamente negativo hace que procuremos el silencio frente a ciertas situaciones.
El baile del caño presentado en la televisión, como un anzuelo eficaz para el rating, vuelve a levantar dos cuestiones esenciales en el terreno de la sexualidad y, curiosamente, ninguna de ellas tiene que ver con lo erótico, ni con la pornografía, sino con la sexualidad y la responsabilidad sanitaria y educativa que tiene la sociedad frente a ello.
a- No podemos evitar que el contenido de imágenes (sean ellas eróticas o pornográficas) aparezcan en la TV. Pero si podemos ofrecer espacios de respuestas para las preguntas que ellas producen; he aquí el ámbito de la educación sexual, la verdadera, la que permite crear espacios donde la sexualidad pueda ser hablada y que favorece la construcción de aptitudes para que todos y todas puedan disfrutar su inevitable experiencia sexual. De la sexualidad ninguno se salva, podríamos decir y loado sea quien fuera por ello.
b- En el único video que pude ver sobre el baile del caño (por Internet), la protagonista fue Nina Peloso y su pareja. En la coreografía ella simulaba escenas de violencia con su pareja: cachetadas y patadas eran utilizadas. La violencia nunca tiene que ser aceptada en relación a la sexualidad (los juegos lúdicos con SM son otra historia). Este si es un tema central que merece una discusión más profunda y seria.
No confundamos las cosas para favorecer la confusión: cada uno tiene que ser capaz de decidir si alguna cosa es erótica, decidir si quiere consumir pornografía y también decidir si su llamado buen gusto le permite o no asistir a ciertas emisiones. Pero la libertad llega hasta allí, porque la sociedad debe ser más exigente para responder por una sexualidad plena en sus miembros: es decir aquella que nace de una educación sexual que pregone la búsqueda del placer, la armonía saludable, la erradicación de todo tipo de violencia. En definitiva la sociedad debe estimular, a través de una educación sexual comprometida, una sexualidad plena en sus miembros. Allí cabe la pregunta clave, que obviamente no es si el baile del caño está bien o mal, es aceptable o no, sino:
¿Estamos haciendo una educación sexual seria o continuamos dejando la educación sexual en manos de los que muestran los medios por cuestiones relacionadas con el rating?
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