Vivimos en una sociedad muy sexualizada. El sexo, las manifestaciones de lo erótico están en todas partes. La publicidad, el lenguaje, las declaraciones, los medios de comunicación mantienen una exhibición permanente en la ostentación de los mensajes con carácter sexual. Todos y todas hablan, aparentemente, de sexo con una total libertad e con mucho conocimiento (?), algo que parece que nunca antes tuvieron los seres humanos. Hoy es más fácil escuchar, en cualquier lugar, comentarios osados sobre la necesidad del orgasmo, la existencia del punto G, la importancia de las fantasías en la vida sexual, etc. Existe la misma facilidad, parece ser, para ofrecer recetas para platos artesanales como para noches sensuales y completamente placenteras. El sexo ya no parece que sea tabú. Cualquier personaje público puede manifestarse, libremente, sobre sus necesidades, gustos, intereses sexuales en los medios de comunicación.
Al mismo tiempo en que este discurso sexual, casi omnipresente, nos permite suponer una cierta libertad de expresión, las campañas publicitarias sobre la necesidad de protegerse de las consecuencias físicas no deseadas (ETS o embarazo no deseado) en las relaciones sexuales ocupa un lugar importante en la idea de salud pública. Así, todo indicaría que estamos en el buen camino: podemos hablar libremente de sexo y existe una gran campaña por la seguridad en las relaciones sexuales. Sin embargo, la realidad no dice que estemos con resultados tan positivos en los efectos conseguidos.
Varios medios científicos informan, claramente, que los esfuerzos realizados en materia de prevención no generaron cambios efectivos en los comportamientos sexuales de riesgo. Así también, aunque se hable tanto de sexo, casi de forma ostentosa y constante, los problemas de: anorgasmia, eyaculación precoz, de aceptar, por mucho tiempo situaciones de violencia, entre otros, continúan siendo una verdadera epidemia.
Entonces, ¿cuál es el problema? Continúo pensando que todavía no encaramos la solución mas clara, necesaria y barata para resolver muchos de estos problemas: la educación sexual. O sexo continúa sendo un tema que va de lo místico a lo natural, para muchos de esos osados. Cuando en realidad la sexualidad es un fenómeno cultural, que debemos educar a través de un triangulo esencial, que garantiza una buena sexualidad: desenvolvimiento de la comunicación como cimiento, construcción de herramientas para la gestión de los conflictos como útil para la prevención y promoción del conocimiento personal como estrategia para la felicidad.
La educación sexual no es información sobre el sexo solamente. La educación sexual son procesos construidos, en continuo, a partir de las limitaciones del educando para ampliar sus aptitudes en la vida. Pensar de otro modo es continuar poniendo la carreta delante de los bueyes. Implica negar la posibilidad de hacer una sociedad donde la equidad de género sea una constante pragmática e no solo discursiva, donde la violencia sea excepción y no norma e donde la diversidad sea riqueza que procuremos permanentemente. Tal vez esto sea los temas más importantes a discutir frente a la educación sexual que tenemos que retomar.
Al mismo tiempo en que este discurso sexual, casi omnipresente, nos permite suponer una cierta libertad de expresión, las campañas publicitarias sobre la necesidad de protegerse de las consecuencias físicas no deseadas (ETS o embarazo no deseado) en las relaciones sexuales ocupa un lugar importante en la idea de salud pública. Así, todo indicaría que estamos en el buen camino: podemos hablar libremente de sexo y existe una gran campaña por la seguridad en las relaciones sexuales. Sin embargo, la realidad no dice que estemos con resultados tan positivos en los efectos conseguidos.
Varios medios científicos informan, claramente, que los esfuerzos realizados en materia de prevención no generaron cambios efectivos en los comportamientos sexuales de riesgo. Así también, aunque se hable tanto de sexo, casi de forma ostentosa y constante, los problemas de: anorgasmia, eyaculación precoz, de aceptar, por mucho tiempo situaciones de violencia, entre otros, continúan siendo una verdadera epidemia.
Entonces, ¿cuál es el problema? Continúo pensando que todavía no encaramos la solución mas clara, necesaria y barata para resolver muchos de estos problemas: la educación sexual. O sexo continúa sendo un tema que va de lo místico a lo natural, para muchos de esos osados. Cuando en realidad la sexualidad es un fenómeno cultural, que debemos educar a través de un triangulo esencial, que garantiza una buena sexualidad: desenvolvimiento de la comunicación como cimiento, construcción de herramientas para la gestión de los conflictos como útil para la prevención y promoción del conocimiento personal como estrategia para la felicidad.
La educación sexual no es información sobre el sexo solamente. La educación sexual son procesos construidos, en continuo, a partir de las limitaciones del educando para ampliar sus aptitudes en la vida. Pensar de otro modo es continuar poniendo la carreta delante de los bueyes. Implica negar la posibilidad de hacer una sociedad donde la equidad de género sea una constante pragmática e no solo discursiva, donde la violencia sea excepción y no norma e donde la diversidad sea riqueza que procuremos permanentemente. Tal vez esto sea los temas más importantes a discutir frente a la educación sexual que tenemos que retomar.
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