miércoles, 23 de mayo de 2007

Prostitución: entre la gramática y el sentido común

No es lo mismo un sustantivo que un verbo. Ni tampoco es lo mismo un verbo que un adjetivo y menos que menos un gentilicio es igual a un individuo. Mi abuela diría “chocolate por la noticia”. Si, es obvio y no hace falta mucho para probarlo. Sin embargo, en lo cotidiano parece ser que olvidamos esas diferencias y pasamos, sin pausa, de un lado para el otro. Así, trasponemos ideas, extrapolamos definiciones y hacemos una ensalada de sentidos para conseguir lo que se quiere.
En sexualidad, sea la que se pretende científica tanto como la común, la que se manifiesta en los discursos, existe una preponderancia de este tipo de extrapolaciones. Veamos un ejemplo: prostitución, prostituta, prostituir, prostituirse. Están relacionadas pero no es lo mismo. Parece evidente cuando se ponen las cuatro cosas en la mesa, pero comienza el debate tendencioso cuando se quiere hablar de las diferencias entres estos términos.
Veamos las definiciones que ofrece el Diccionario. Prostitución: acción y efecto de prostituir y Actividad a la que se dedica quien mantiene relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero. Por su parte prostituta es la Persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero. Prostituir significa Hacer que alguien se dedique a mantener relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero. Prostituirse es un verbo reflexivo y significa que uno ejecuta para si mismo la acción de prostituir. Parece lo mismo, pero hay sutilezas que son la base de toda la cuestión.
Podemos resumir diciendo que la prostitución es algo genérico, mientras que la prostituta es una persona y, finalmente, que el prostituir es una injerencia sobre una persona. Tres cuestiones que tienen problemáticas particulares y obviamente, soluciones particulares.
Empecemos por ver la persona. Una prostituta es una persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero, agrego o especies. Más allá que todos nos empeñamos en creer que sólo el amor gobierna las relaciones sexuales de muchos de nosotros, el trocar algo por sexo es mucho más común de lo que queremos ver. Por favor, no caigamos con esto en decir que “todos y todas somos prostitutos”, porque hay un trecho muy largo.
Lo cierto que la persona debería poder elegir cuando mantener relaciones sexuales, en que condiciones y, también, a cambio de que, sea ese cambio, espiritual, sentimental, erótico o material. Es decir que apegándonos a la definición ser prostituta es una decisión individual que no establece, en principio, un comportamiento, sino una decisión. En este caso, lo que debemos exagerar los cuidados, es que ese cambio de relaciones sexuales por algo, sea hecho con la mayor de las libertades, el mayor empeño en protección y en satisfacción personal. He aquí donde entra el desafío de la educación sexual coherente, intensiva, permanente e integral.
La prostitución es, por otro lado, una actividad de un grupo humano. Donde entran en juego, como toda actividad humana, reglas, normas y problemas de consideración sobre los límites. Allí, la sociedad no está uniformizada. Algunos pretenden y lograron oficializar la actividad y otras sociedades todavía pretenden eliminarla o dejarla en lo marginal. Es aquí donde el debate social sobre lo que la sociedad pretende seguir como norma de bien común, los límites que su cultura permite y los recursos que dispone permiten hacer viable una decisión mucho más grande.
Lo tercero es el hecho de prostituir. Aquí no hay discusión posible. Prostituir es violentar. Una violencia que afecta, más que otras, la integridad de la persona. El prostituir no implica debates muy complicados. La sociedad debe prevenir el delito y para eso debe sancionar al violento y proteger, con todos sus recursos, a la víctima. Quien prostituye es el violento y la prostituta, en este caso, es la víctima. Sabiendo que, algunas veces, la sociedad es responsable de ser quien violenta.
No podemos confundir más lo que la gramática deja claro, porque en esa confusión siempre sale beneficiado el violento y perjudicado las víctimas. Seamos, finalmente coherentes con la idea de bien común que tenemos: libertad para que las personas puedan decidir por ellas mismas, respeto para las decisiones personales que no atenten contra nuestro futuro y fortaleza para defender los derechos humanos contra cualquier actividad que viole esos derechos. Tal vez así, podamos aspirar a la meta más inocente e esencial que deberíamos aspirar: felicidad para todos y todas.

Tres pilares para una sexualidad plena

El ser humano dispone de la capacidad de ser feliz. Esta capacidad está relacionada con las posibilidades que tiene de desarrollar sus actitudes en el medio en el que vive, de relacionarse con sus semejantes y poder creer firmemente en sus potencialidades físicas, psíquicas y sociales.
Dentro de todo ello, la sexualidad ocupa un lugar primordial para su felicidad como también para su salud. Esto debería ser una redundancia pues debemos aceptar que las cosas están íntimamente ligadas.
La sexualidad es la capacidad que tienen los seres humanos de interrelacionarse con otras personas a través de actos sociales que incluyen los actos sexuales, eróticos y otros. La sexualidad no se restringe a los actos sexuales, sin embargo, encuentra en estos un modelo de relación promocionada y deseada por la mayoría de las personas.
Es necesario comprender que una relación sexual es un acto psico-socio-fisiológico y por lo tanto debemos considerarlo como algo que necesita una serie de condiciones para ser saludable para las personas.
Un acto sexual saludable es aquel que nos permite a cada uno sentirnos bien física, psíquica y socialmente. Es un acto que cada individuo sabe o va aprendiendo a disfrutar. Se puede tener más habilidades para el sexo o menos pero debemos comprender que esas habilidades se pueden desarrollar para que siempre sea una situación placentera.
Debemos remarcar, sin embargo, que las mejores actitudes y aptitudes para disfrutar una relación dependen de los mecanismos comunicativos y no de las habilidades sexuales en si mismo. En otras palabras, y como ejemplo, saber donde esta el clítoris no es lo que produce el orgasmo en el 100 % de los casos, sino la capacidad de poder comunicar la mejor forma, la forma personal de satisfacer al otro con el clítoris.
Por ello, debemos comprender que la erección, la lubricación, siendo muy importantes para la consecución del acto sexual, no son los elementos únicos y suficientes para que una relación sexual, sea placentera.
Las tres claves son las siguientes:
a- el conocimiento: que incluye la información sexual, como también el auto-conocimiento. Es decir, cada uno debe aprender sobre su cuerpo, saber como son sus genitales, saber sus reacciones, aprender a escuchar la forma que su cuerpo pide, habla, dice, espera. Es un proceso que comienza en la niñez pero que permanentemente debemos hacer. Descubrir, conocer, comprender y escuchar nuestro cuerpo es el primer elemento clave para una buena relación sexual
b- la comunicación: la comunicación es mucho más que decir palabras, es la capacidad de expresar ideas, emociones, sentimientos, miedos, dudas, deseos con todo nuestro ser. Se utiliza las palabras, se muestra en los gestos, se aprecia en los silencios y al revés también. Ser comunicativos no es hablar mucho sino desarrollar la capacidad de escuchar lo que el otro dice sobre lo que siente, espera y desea. Es desarrollar todo lo necesario para que se construya un espacio de tranquilidad, de placer y de interrelación
c- el momento: compartir un momento no es una cuestión de tiempo. Un momento lo defino como la mínima unidad de intimidad compartida. Eso exige cierto tiempo, obviamente, pero sobre todo una gran disposición y la capacidad de desnudarse. Aclarando que esto no es un strip-tease erótico (aunque bien pueda ayudar tantas veces). Desnudarse es la capacidad de dejar que nuestra piel se encuentre con otra piel a través de nuestros sentidos.

Estos tres elementos permiten una mayor capacidad de goce en la mayoría de las parejas. Ahora bien como ustedes podrían preguntarse: ¿esto iría en contra de las relaciones pasajeras? No necesariamente, existen relaciones de una noche (o de una tarde o de una mañana) que son fabulosamente placenteras, sin dudas.
Lo que quiero insistir es con el hecho que la suma de estos tres elementos permitiría que, aún habiendo la mejor química en el primer encuentro, se logre superar ese primer encuentro, por más espectacular que haya sido. En otros términos, la intimidad puede favorecer el desarrollo del placer sexual, sin dudas.
El uso de las fantasías como elemento complementarios, la búsqueda de los juegos sexuales, la utilización de juguetes eróticos son algunos elementos complementarios que pueden ser de mucha utilidad para las parejas, siempre y cuando funcionen esos tres pilares que permiten descubrir siempre nuevas sendas para avanzar en el disfrutar, en el placer y en la felicidad de cada uno y de cada una.

La educación sexual

Vivimos en una sociedad muy sexualizada. El sexo, las manifestaciones de lo erótico están en todas partes. La publicidad, el lenguaje, las declaraciones, los medios de comunicación mantienen una exhibición permanente en la ostentación de los mensajes con carácter sexual. Todos y todas hablan, aparentemente, de sexo con una total libertad e con mucho conocimiento (?), algo que parece que nunca antes tuvieron los seres humanos. Hoy es más fácil escuchar, en cualquier lugar, comentarios osados sobre la necesidad del orgasmo, la existencia del punto G, la importancia de las fantasías en la vida sexual, etc. Existe la misma facilidad, parece ser, para ofrecer recetas para platos artesanales como para noches sensuales y completamente placenteras. El sexo ya no parece que sea tabú. Cualquier personaje público puede manifestarse, libremente, sobre sus necesidades, gustos, intereses sexuales en los medios de comunicación.
Al mismo tiempo en que este discurso sexual, casi omnipresente, nos permite suponer una cierta libertad de expresión, las campañas publicitarias sobre la necesidad de protegerse de las consecuencias físicas no deseadas (ETS o embarazo no deseado) en las relaciones sexuales ocupa un lugar importante en la idea de salud pública. Así, todo indicaría que estamos en el buen camino: podemos hablar libremente de sexo y existe una gran campaña por la seguridad en las relaciones sexuales. Sin embargo, la realidad no dice que estemos con resultados tan positivos en los efectos conseguidos.
Varios medios científicos informan, claramente, que los esfuerzos realizados en materia de prevención no generaron cambios efectivos en los comportamientos sexuales de riesgo. Así también, aunque se hable tanto de sexo, casi de forma ostentosa y constante, los problemas de: anorgasmia, eyaculación precoz, de aceptar, por mucho tiempo situaciones de violencia, entre otros, continúan siendo una verdadera epidemia.
Entonces, ¿cuál es el problema? Continúo pensando que todavía no encaramos la solución mas clara, necesaria y barata para resolver muchos de estos problemas: la educación sexual. O sexo continúa sendo un tema que va de lo místico a lo natural, para muchos de esos osados. Cuando en realidad la sexualidad es un fenómeno cultural, que debemos educar a través de un triangulo esencial, que garantiza una buena sexualidad: desenvolvimiento de la comunicación como cimiento, construcción de herramientas para la gestión de los conflictos como útil para la prevención y promoción del conocimiento personal como estrategia para la felicidad.
La educación sexual no es información sobre el sexo solamente. La educación sexual son procesos construidos, en continuo, a partir de las limitaciones del educando para ampliar sus aptitudes en la vida. Pensar de otro modo es continuar poniendo la carreta delante de los bueyes. Implica negar la posibilidad de hacer una sociedad donde la equidad de género sea una constante pragmática e no solo discursiva, donde la violencia sea excepción y no norma e donde la diversidad sea riqueza que procuremos permanentemente. Tal vez esto sea los temas más importantes a discutir frente a la educación sexual que tenemos que retomar.