Recibo esta frase de Emmanuel Levinas: "Amar es temer por otro, socorrer su debilidad". Me confronta con algo que da vueltas por mi mente hace tiempo: el amor como hecho cotidiano; el amor como realidad inevitable, a veces implacable. El amor como hecho imprescindible de la humanidad, que no implica que sea imprescindible para los seres humanos. La humanidad está condenada a hacer que el amor exista. El ser humano puede privarse, por su parte, de él.
En la noción de amor, siempre renovada en sus definiciones incansables, reside el principio que ordena la humanidad: la inevitable alteridad, la necesaria comunicación y en esta frase de Levinas el desafío supremo que significa el amor: el buscar antídotos para el poder inevitable que engendra esa alteridad y esa comunicación, siempre construida à fur et mesure.
Algo inevitable que surge de la noción del amor es el papel del sacrificio. El amor no implica sacrificio ipso facto, pero el hecho de ser humanos si lo induce. Esta diferencia crucial es necesario especificarla. El amor como noción abstracta alberga, de un modo u otro, un cúmulo de virtudes, placer, satisfacción y bienestar. Pero el amor como hecho es inseparable de la alteridad y de la comunicación, es decir de ser humanos y del otro como existente y necesario para la existencia –nombramos al otro y el otro nos nombra sigue siendo la síntesis del principio de humanidad. En este encuentro con el otro, la noción de sacrificio –renuncio a algo por alguien- aparece como inevitable en la sucesión del tiempo. Una noción que pone, aún más en evidencia esta frase de Levinas, al rescatar la debilidad del otro –y la de uno a su vez- como elemento consistente del amor humano.
El amor seguirá siendo el refugio donde nuestra humanidad guarda sus mejores deseos de superación, sus sueños de paz, su esperanza de la utopía de ser aquellos que siempre soñamos ser: dioses que trabajan por un bien común, con la felicidad del encuentro y la armonía del reconocerse diverso. Allí vamos, pero, sin dudas, aún nos falta mucho camino.
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