Golpear a la mujer. Hacerlo como hábito, como constante, como norma,
como inevitable, como lógico. Golpearla con la mano, con el pie, con objetos,
con armas, con la palabra, con el menosprecio, con la inequidad. Golpearla con
indiferencia, con saña, con alevosía, con excusas, con ira. Golpearla como hecho
anodino, como forma de ser, como modalidad de relación. La base de toda esa
violencia no radica en la naturaleza perversa de la humanidad, ni en el juego
biológico de las hormonas, ni en desequilibrios bioquímicos. La base de esa
violencia radica en una forma de considerar al otro. En el modo de construir
nuestras relaciones con los demás, en la forma de plantear una educación.
25 de noviembre es un día. Sólo un día. Un día que debemos gritar que
esa violencia que pasa todo el año debe parar. Un día que debemos tomar aire,
conciencia y energía para que el trabajo de todo el año nos haga pensar que al
año siguiente no será necesario este día, que alguna vez lograremos eliminar
esta violencia. Si, sé, suena a utopía. Pero, recordemos, la utopía de un día,
y el trabajo del resto del año. El trabajo constante y convencido que podemos
cambiar las cosas. Hoy tenemos el
recurso indispensable para acercarnos a ello: la Educación Sexual Integral.
La Educación Sexual Integral es, sin lugar a dudas, uno de los
recursos más poderosos, eficaces y decisivos contra la violencia de género. Es
la posibilidad cierta que seamos capaces de avanzar a pasos seguros y a un buen
ritmo hasta esa utopía. Implementarla en su conjunto, es más que una cuestión
circunstancial es la necesidad imperiosa de nuestra sobrevivencia.
La implementación de la Educación sexual integral en los términos de
la ley que la promueve es una llave que abre un futuro que todos y todas
ansiamos. Aquel donde aprendemos a convivir con el otro, aprendemos a respetar
al otro, somos firmes contra la lucha contra la violencia, la discriminación y
los abusos. Aquel porvenir donde el placer –en su maravillosa acepción- está
encarnado en nuestra realidad. Aquel destino donde la felicidad es una
alternativa real para todos y todas. No nos demoremos, exijamos una Educación
sexual Integral, la exijamos y la hagamos. Es, sin dudas, el camino cierto y
univoco para lograr una sociedad sin violencia contra la mujer.